miércoles, 4 de febrero de 2009

El paraíso perdido



Cuando el Ser renuncia a la vida y se castiga sin clemencia, negándose cualquier posibilidad de abandonar esa agonía atroz del dolor moral que no cede con alcohol ni tabaco ni psicofármacos...

La desesperación crece y se siente la laxitud del cuerpo abandonado y el solo deseo de terminar con el tormento...con la convicción de que esta vez el modo no debe dar lugar a ningún posible salvamento.

Afinar la puntería y pensar que finalmente las puertas del paraíso perdido serán abiertas para no dejarme salir nunca más a un mundo tan destructivo y dañino...

Volver al mundo de las risas, de las flores, de los trinos y de mi tan amado Agosto, dejar recorrer con mi mente los castillos de mis cuentos y de esa fantasía ilimitada que cuan remolino me eleva hacia la cúspide, hacia el ensueño, donde todo es armonía...

Sentir intensamente el amor, sentirlo en la piel y poder palparlo con manos de hada llenas de estrellas que en cada caricia esparcen olor a lavanda, gardenia y madreselva...

Sentir el trino de los pájaros, poder ver las copas de los árboles, y con toda mi ternura abrazar sus troncos y besar sus cortezas, caminar por el césped con mis pies descalzos, sentir el perfume del pasto recién cegado y revolcarme en él en busca de caricias...

Poder volar y desde lo alto de la montaña poder mirar ese jardín infinito, sin tristeza, sin odios, sin enfermedades, con sólo eso: PAZ

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