lunes, 22 de diciembre de 2008

Navidad



Borar las arrugas de tu ceño y el rictus amargo de tu boca, hacer que tu rostro se ilumine y resplandezca como el lucero.
Quitar la tristeza de tus ojos y sembrar en ellos la alegría para que vuelvan a capturar la belleza de las flores, el crepúsculo y las estrellas.
Transformar tus lágrimas en risas y tus gemidos en canto en una eterna sinfonía.
Besar tu boca y plasmar en ella una amplia sonrisa para que alimentes con ella al que llora su soledad.
Arrancar el dolor y la amargura de tu pecho y dejar que fluya la ternura.
Hacer que tus brazos caídos vuelvan a acunar y a abrazar a los que amas.
Olvidar los antiguos rencores y el odio y sepultarlos para siempre y compartir tu pan con amigos y enemigos en el banquete de la vida.
Suavizar tus manos tan ajadas para que solamente brinden caricias y atrapen amaneceres y arco iris, para que consueles al niño que llora y cures las heridas de tu alma.
Hacer que tus piernas paralizadas corran en busca del que amas para no abandonarlo nunca más.
Y así, hacer que hoy nazca un hombre nuevo, creado solamente para eso.
Para amar.

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