La bestia
Sentir el olor que resuma del cuerpo en alerta y el miedo tan profundo de ser botín de cacería.
Sentir el fluir de la adrenalina, los latidos que se aceleran, el corazón que lucha por escaparse del pecho.
Sentir el sudor frío que corre por la espalda, la ropa húmeda que se adhiere como piel y el dolor en los folículos por mantener los pelos enhiestos.
Sentir la respiración agitada y el dolor en los músculos del cuerpo listo a saltar frente al ataque, la boca seca y el no poder tragar.
Sentir la sangre que pugna por salir por la nariz, la náusea , los intestinos que se retuercen y el instinto animal que aflora.
Sentir el frío que se apodera primero de las manos y que luego asciende por el cuerpo.
Sentir la presión en los oídos y en la nuca y el pánico ante el ataque inminente.
Sentirse al fin acorralado.
Y es en un instante que víctima y victimario se unen en la lucha y aparece el terror que paraliza, al descubrir que en realidad existe uno solo: la bestia.
Y un único modo de terminar con ella...
lunes, 15 de diciembre de 2008
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