martes, 16 de diciembre de 2008

Celina

Celina.
Mi maestra.
De belleza serena, largas pestañas adornando sus ojos de gacela.
La amalgama de la flexibilidad del junco y la firmeza de la roca.
Me acompañaste en el camino del fin de la inocencia.
Ahora veo que fuiste cómplice cuando mi mente se ausentaba de tus clases para habitar otros mundos en los que era flor, viento, pájaro.
Cuando compartiste mis historias de hadas príncipes, princesas, duendes y brujas.
Era yo tan niña...
Nunca quisiste encerrar al pájaro que había en mí en una jaula y me dejaste volar como el viento de Agosto.
A tu lado pude vivir la magia de mi mente sin sentir el rigor de la censura.
Me acompañaste en mi dolor ante la pérdida de un ser tan amado, mi abuela pero con la firmeza de un: que sea la tercera y última vez que no traigas la tarea.
Creo que ese fue el comienzo de un fantasma que se adhirió a mí como mi piel: el de la depresión...
Me acompañaste cuando me diste la noticia de que no podría ser abanderada por una cuestión de números y no de méritos que luego te ingeniaste, no sé cómo, para revertir al año siguiente...
Tu vara para medirme no era igual a la vara de otros, supiste respetarme como era, una niña un poco extraña, quizás te diste cuenta que en mí había una dosis de locura que me hacía diferente...
Otros tutores en mi vida no me amaron como vos y fui perdiendo la alegría, la espontaneidad y el liderazgo, pero algo quedó intacto: la magia de mi mente con la que me escapaba de tus clases.
Celina, me diste tanto, me permitiste rescatar a lo largo de mi vida mi tesoro: esa imaginación con la que a menudo huyo de la realidad que me lastima...
Quiero que sepas que ahora escapo de los fantasmas y del tormento, para habitar un mundo sin este sufrimiento infinito...
Hoy quiero decirte que no debes sentir dolor con mi partida, que finalmente puedo volar cómo pájaro, ser viento de Agosto, flor o mariposa, que puedes buscarme en una estrella y pensar que lidero ángeles para sembrar amor en el corazón de la gente, que finalmente tengo paz y que ya no sufro con el dolor de la soledad por ser muy diferente...
Quiero que sepas que te quiero y que desde donde esté seguiré compartiendo contigo mis cuentos y mis títeres, liberada al fin de los fantasmas, contemplando tu cálida sonrisa.
Fifí

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